La industria de la moda emplea a más de 60 millones de trabajadores en todo el mundo, según el Banco Mundial. Y aunque el 97% de las marcas, tanto minoristas como multinacionales, tienen estándares de responsabilidad social corporativa, muchas de ellas se benefician de países pobres que someten a sus ciudadanos a jornadas laborales largas y esclavizantes.
La producción de entrega rápida a bajo costo, a través de la subcontratación, y las cadenas de suministro, ha permitido que prospere el trabajo forzoso en los países más pobres de Asia, África y América Latina.
KnowTheChain, una iniciativa que busca entender los riesgos del trabajo forzoso en la industria textil, clasificó en a 37 de las empresas de moda más grandes del mundo en una escala de 0 a 100 en sus esfuerzos para combatir el trabajo forzoso.
El grupo identificó que una de cada dos empresas tiene acusaciones de trabajo forzoso en las cadenas de suministro.
El informe también encontró que las marcas de lujo más grandes del mundo tienen las peores formas de explotación en sus cadenas de suministro, con un puntaje promedio de 31 sobre 100.
La empresa francesa de artículos de lujo Kering (propietaria de las marcas Alexander McQueen y Gucci) obtuvo una puntuación de 41 sobre 100; mientras que LVMH (propietaria de las marcas Christian Dior y Louis Vuitton) obtuvo 19 sobre 100. Tapestry (propietaria de las marcas Coach y Kate Spade), evaluado por primera vez este año, obtuvo una puntuación de 16 sobre 100.
La casa de moda de lujo italiana Prada se ubicó en 5 de 100 puntos.
Lo que pasa detrás de la ropa
Las grandes marcas continuamente exigen tiempos de producción muy cortos y precios muy bajos, lo que fomenta la competencia entre las fábricas de proveedores. Éstas, a su vez, incrementan las jornadas laborales y disminuyen los pagos a sus trabajadores.
De acuerdo con expertos, por la pandemia las marcas de ropa buscaron minimizar sus consecuencias económicas por lo que cancelaron abruptamente los pedidos de sus fábricas proveedoras. Esto provocó despidos masivos, empujando a muchos trabajadores a la pobreza extrema.
Por ejemplo, en Bangladesh, el segundo mayor empleador de trabajadores de la confección, más de un millón de trabajadores de la confección, en su mayoría mujeres, fueron despedidos o despedidos temporalmente cuando las marcas de moda cancelaron pedidos durante el apogeo de los cierres pandémicos del año pasado.
Usualmente, los migrantes suelen ser más vulnerables a la explotación laboral, ya que a menudo son empleados en virtud de acuerdos informales, por no tener documentos o porque carecen de protección estatal.